Author: Fox Mulder
•sábado, mayo 24, 2008

¡Menuda sorpresa!

Y es que la ruta que planeamos por la Sierra de Huétor, que se presentaba en principio como una toma de contacto, fue una RUTA en toda regla. Muy completa.

De nuevo el trío calavera, y este sábado un madrugón más llevadero: salimos a las 8 de la mañana. Paramos en Dólar a tomarnos unas riquísimas tostadas, y luego rumbo a la Sierra de Huétor. A pesar de tener poca información dimos con la salida a la primera, y en pocos minutos desde la A-92 nos encontramos en el Centro de Visitantes de Puerto Lobo, donde una simpática señora nos atendió muy bien y nos dio instrucciones y consejos para llevar a cabo la ruta que teníamos planeada.

The first in the front: a pesar de las indicaciones, nos equivocamos (me equivoqué, jeje) al tomar la ruta en la misma salida, y partimos en sentido contrario al que nos habíamos propuesto. Esto es: nos encontrabamos en el punto más al Sur de la ruta, en sentido de las agujas del reloj nos enfrentabamos a una subida de 300 metros de desnivel hasta la Cruz de Víznar; en sentido contrario, una apacible pista forestal nos llevaba hasta el punto más al Norte de la ruta pasando por el Mirador de Víznar, y esta fue la dirección que tomamos (aunque por error). Luego, cosas de la vida, resultó ser la mejor opción (error + error -> acierto) porque la vuelta, por un sendero, fue mucho más bonita, como siempre, que recorrer una "anodina" pista forestal.

De la ida, poco que comentar, salvo las increíbles vistas de las nortes de Sierra Nevada, y alguna incursión infructuosa, fuera de pista, para encontrar unas trincheras que según el mapa estaban cerca de donde nos encontrabamos. Pero lo cierto es que estabamos completamente desorientados, y sólo cuando nos topamos de repente con el Mirador de Víznar fuimos conscientes de dónde estabamos. La ruta era más corta de lo que habíamos pensado.

Al poco tiempo tomamos el desvío hacia el Sanatorio de la Alfaguara, poco señalizado, pero tuvimos suerte, y con un poco de orientación (y la ayuda de unos caminantes que volvían de allí, jejeje), lo encontramos. El tema de conversación (sesiones de espiritismo, experiencias con lo paranormal, etc) era propicio para ir calentando el ambiente. Los walkies encendidos, ávidos de recibir una señal del Más Allá. Pero la visita al Sanatorio resultó decepcionante. El edificio está completamente en ruinas, y el día, parcialmente soleado, no invitaba a sucesos paranormales. Más bien, todo lo contrario. Ni "cacofonías", ni psicofonías, la chocolatina energética del Mercadona para reponer fuerzas y arreando que es gerundio.

Volvimos sobre nuestros pasos, y dejamos más allá unas impresionantes trincheras para la próxima visita. Se acercaba la hora de comer y llegamos hasta el Area Recreativa de la Alfaguara. Arreció el viento y no pudimos comer cómodamente, pero nos metimos un buen atracón a pesar de todo. Luego entramos a la posada que hay junto al área recreativa a echar la sobremesa, y posteriormente hicimos una visita al Arboretum Alfaguara: un recinto mágico con un pequeño sendero que discurre entre árboles de todas las especies, etiquetados con pequeños paneles en los que se mostraba su nombre común, y científico.

Bueno, y llegó la hora de emprender la "bajada". Esta vez todo el camino discurria por un sendero muy chulo, en ocasiones lleno de piedras como si fuera una escalera natural, y en ocasiones con un colchón de agujas de pino secas que convertían el suelo en una mullida pasarela por la que andabamos como si estuvieramos en casa con las pantuflas puestas.

El primer punto de interés que nos encontramos a la vuelta fue la Cueva del Agua, junto a un mirador con increíbles vistas de nuevo de toda la cara norte de Sierra Nevada. Hicimos una pequeña inspección porque la entrada estaba vallada, y luego nos quedamos impresionados al saber que existen hasta 3 kilómetros de galerías dentro de esa cueva.

Seguimos andando por el sendero, a la sombra de los pinos (¿?) la mayor parte del tiempo. Encontramos huellas de un tejón que nos precedió por esos parajes, y a unos pocos metros del sendero, que discurría por el límite occidental de la sierra, se abría un horizonte impresionante desde el que se podía ver la ciudad de Granada.

Estabamos llegando a la base de la Cruz de Víznar, y aquello tenía pinta de que podía subirse sin mayor esfuerzo. El caso es que con esfuerzo o sin él, llegamos hasta la misma cruz, y con más miedo que vergüenza nos hicimos allí unas fotos en la cumbre. La verdad es que daba un pelín de vértigo mirar a un lado.

Por último, descenso controlado hasta encontrarnos de nuevo junto al Centro de Visitantes. Estuvimos un buen rato de charla de con la señora (que era bióloga, como la Obregón), rellenamos una encuesta, nos hicieron un regalo, y visitamos la exposición. Muy interesante y entretenida.

Resumiendo, estas rutas son de las que me hacen pensar: ni dedicando un mes a organizarla hubiera salido mejor. Tanto pensar, tanto pensar, ...
Author: Fox Mulder
•sábado, mayo 17, 2008

Otro madrugón, y ya es el séptimo en lo que llevamos de año. Otro palizón de coche, y también van unos cuantos. Otra visita a Sierra Nevada, y es que no hemos visitado otra sierra desde que comenzara el 2008 hace casi 5 meses. Aunque de esto último no se cansa uno, así como tampoco de la ruta que hicimos el sábado, y que ya hemos realizado unas cuantas veces: la Vereda de la Estrella. Y ya que estamos contando, la primera vez que la completamos en primavera, y la segunda que la hacemos recorriendo el "lazo" completo por la Cuesta de los Presidiarios.

El día amaneció cubierto, y había pronóstico de lluvias en casi toda España, pero tuvimos suerte y no tuvimos que utilizar los chubasqueros en todo el día. Eso sí, las caras nortes de las grandes cumbres de Sierra Nevada estuvieron escondidas por unas cansinas nubes durante todo el día, apenas se llegó a vislumbrar la cima de la Alcazaba durante unos instantes cuando alcanzabamos el punto más alto en la Cuesta de los Presidiarios, como un pequeño premio a nuestro esfuerzo.

Nada más llegar cumplimos con nuestra rutina de siempre y visitamos el típico bareto de pueblo en Güejar-Sierra para dar cuenta de un buen desayuno antes de comenzar: tostadas de jamón y sobrasada. Y continuamos hasta el Barranco de San Juan donde iniciamos la ruta. Como siempre las primeras rampas, en frío, se hacen difíciles, pero enseguida pusimos velocidad de crucero, y nuestras piernas respondieron. Llegamos al "abuelo", majestuoso desde lejos, descuidado si lo observas de cerca. Pienso que un ejemplar de estas características debería estar más protegido. Y llegamos a la bifurcación, el nudo del "lazo": teníamos la opción de (1) seguir llaneando hasta Cueva Secreta por verdes y floreados senderos, donde los pajarillos trinan melodías campestres, y los animales te saludan amigablemente al pasar (opción que tomaron los moñas y las maripaquis del Club Sherpa), o (2) descender hasta el rio, para enfrentarnos después a las infernales pendientes de la Cuesta de los Presidiarios, donde la oscuridad y las tinieblas esconden las almas de los que perecieron en el camino, entre espesa y tenebrosa vegetación, asperas ramas, falanges asesinas dispuestas a apresarte por el cuello al pasar, y con la única compañía de los aullidos del viento que surgen de lo más profundo del bosque (opción que tomamos nosotros, el Grupo AFP).

Hicimos una pequeña parada en el puente que cruza el rio, cuidando de no enfriarnos demasiado antes de acometer las temibles rampas. Olga se tomó un Burn y salió sin esperarnos, y luego nos las vimos y nos la deseamos para darle caza. Alcanzamos la cuerda de la montaña tras un importante esfuerzo, y remontar unos 300 metros de altura, y nos asomamos a las vistas que había al otro lado. A partir de este punto el sendero continuaba con subidas y bajadas hasta llegar al Refugio de la Cucaracha, donde hicimos la parada técnica, y más allá, El Aceral, donde paramos brevemente antes de descender hasta el rio, y recorrer el último tramo hasta Cueva Secreta.

Recuperamos al bajar el rumor del abundante agua proviniente del deshielo que habíamos dejado de escuchar tras ganar altura. Un sonido que da mucha vida al recorrido, y que compensa el colorido que en otoño toman las hojas de los árboles, que en esta ocasión no pudimos disfrutar. En esta ocasión nos dimos un atracón de verde, que tampoco está nada mal.

A las dos y media, y tras cuatro horas y media de camino, llegamos a Cueva Secreta. Allí buscamos un pequeño refugio al resguardo del viento y repusimos fuerzas para la vuelta. Los Sherpas, que estaban ya allí cuando llegamos, iniciaron el regreso mientras comíamos. 30 o 40 minutos después salíamos nosotros, ¿seríamos capaces de pillarlos? No lo fuimos. Volvimos rápido y a muy buen ritmo, adelantamos a mucha gente y nadie nos adelantó a nosotros, pero a ellos no los alcanzamos. En apenas dos horas y media ya estabamos en el Barranco de San Juan, con todo lo que llevabamos en las piernas, y viniendo desde Cueva Secreta, pero los Sherpas ya abandonaban el lugar en sus coches cuando llegamos.
Author: Fox Mulder
•jueves, mayo 01, 2008
La Alpujarra nos va surtiendo poco a poco de sus tesoros más escondidos, pequeñas joyas en las que el tiempo parece haberse detenido y que nosotros disfrutamos como el mejor de los regalos que nos puede ofrecer tan bella comarca.

Ha pasado más de un año desde que comenzamos con el primer tramo de la Ruta Medieval el pasado 7 de Abril de 2007. Han sido en total cuatro intensas jornadas de senderismo que concluyeron ayer tras recorrer el tramo que discurre entre Pórtugos y Busquístar. La guinda la puso el descubrimiento del puente que nos sirvió de inspiración para realizar los cuatro tramos en los que esta ruta se descompone. Lo curioso es que para llegar a este puente se accede desde Busquístar, a través de un camino que no pertenece a la Ruta Medieval, y que desciende desde el pueblo al río, para después ascender por una escarihuela al otro lado del valle.
El madrugón en el Día del Trabajo nos lo pegamos Angel, Noemi, Luigui, Olga, y yo, algunos con las huellas de los crampones todavía en los pies. Empezó el atracón de curvas a las 7 y cuarto de la mañana, y no precisamente de curvas como las de Jessica Alba. Parón a desayunar en Trevélez, y de seguido hasta Pórtugos, donde iniciabamos la ruta. Descendimos por Atalbéitar hasta Ferreirola, y el terreno nos empezó a resultar conocido a algunos (hace apenas mes y medio estuvimos por aquí).

Un primer intento de localizar el puente: infructuoso. Llegamos hasta el río a través de una vereda que descendía desde un punto a un kilómetro de Busquístar, pero lo que encontramos allí no era ningún puente. Vuelta al camino, y acelerando que se nos echaba el tiempo encima y no teníamos ni idea de dónde encontrar el dichoso puente. Entramos en Busquístar, que estaba de fiesta, y sus empinadas callejas nos llevan hasta la plaza del pueblo. Allí, y tras una pequeña parada técnica, continuamos por el sendero en dirección Portichuelo de Cástaras, a ver si por allí dabamos con otro sendero que nos llevara al río. Avanzamos pero no encontramos ninguno, sólo caminos particulares. Un pastor que estaba allí nos dijo que puentes sólo conocía dos, el que ya habíamos visitado viniendo del Portichuelo de Cástaras el pasado día 15 de Marzo, y otro bajando desde Busquístar, pero que él no sabía nada de arcos ni piedras, decía que el puente era de madera. Y es que mi descripción del puente no era muy precisa.

De vuelta en Busquístar encontramos un sendero señalizado que bajaba hasta el río y una escarihuela al frente, nuestro último cartucho. Bajamos, y allí estaba, esperándonos, al principio dudas, luego casi la certeza de que se trataba del anhelado puente. Paramos a comer junto a unas rocas al otro lado del río, y tras una breve sobremesa y las fotos para la posteridad, emprendimos camino de regreso a casa.

En fin, misión cumplida. Atrás quedan las tostadas de jamón de los pueblos de la alpujarra, y la Maestra Cortadora de Jamón de Juviles; la señora del "un tío con cojones..."; las penurias de realizar una ruta en sentido inverso; la fuente de la gaseosa y otras muchas fuentes; fachadas encaladas, pueblos con calles empinadas, Juviles, Nieles, Cástaras, Busquístar, Ferreirola, Atalbéitar, Pórtugos; extensos prados verdes, mucha vegetación, y agua, agua por todos lados; el "restaurante"; un buen montón de espectaculares imágenes para el recuerdo, y la promesa de volver algún día.