Author: Fox Mulder
•domingo, junio 08, 2008

¡Dios Santillo! ¡Qué palizón de andar!

Domingo, 08:00:00:000am, trío calavera, Canal Sur, rumbo al Pampanico, y los dominios de los Pelao: la Sierra de Gádor. Nuestro propósito era llevar a cabo un entrenamiento para Siete Lagunas, y la ruta era perfecta para nuestra intención. Luigui cargó su mochila un poco más, para hacer el entrenamiento más serio, pero ni Olga ni yo lo hicimos. Yo tenía los hombros quemados por el Sol traicionero de la media tarde anterior, y una cosa era entrenar, y otra ajusticiarse.

Desayunamos en Dalías, en el Tangay. El hombre nos ofreció churros del pueblo, muy buenos, para completar el desayuno. Primer cartel del día: "ALGUIEN HA MATADO A MI PERRO". En busca y captura los desalmados que con una escopeta de perdigones estuvieron deambulando por las inmediaciones del casino la otra noche. El segundo cartel curioso lo encontramos más tarde: "PROHIBIDO TIRAR EL MURO". Vamos que son brutos los del poniente, porque yo paso delante de un muro y ni se me pasa por la cabeza tirarlo, pero allí debe ser deporte municipal.

En fin, sin perdida (sin que sirva de precedente) nos dirigimos a la salida de la ruta, en lo más elevado del merendero del Arroyo de Celín. Allí un cartel señalaba el inicio del sendero. Nos encontrabamos a 600 metros apróximadamente, y sabíamos que tendríamos un desnivel importante por delante, pero no nos pusimos ningún objetivo concreto. Así que comenzamos a subir.

El sendero no tenía perdida, pero no era ni mucho menos cómodo de recorrer: en constante pendiente, piedras y más piedras, más parecía una escalera que un sendero. Eso sí, agradecimos muchas zonas de umbría, repartidas estratégicamente, hasta que llegamos a Cortijo Clavero. Hasta ese momento fue lo mejor de la ruta. A partir de ahí, la sombra casi desapareció, pero la pendiente continúo hasta Fuente Alta. El único trecho de sombra fue el que aprovechamos para hacer un "break" en el camino sobre el mediodía.

Antes de llegar a Fuente Alta (a unos 500 metros) el sendero se acaba y comienza la pista forestal, que nos tuvimos que disputar con los quads, motos, y todoterrenos de turno, que hacen de la sierra la M-30 en hora punta. Al alcanzar Fuente Alta los vimos allí sentados con sus vehículos aparcados al lado, así que pasamos de largo; eran las una menos cuarto y creíamos poder llegar a Nuevo Mundo (2.119 m). Pero no conocíamos bien el camino que aún quedaba por recorrer y tuvimos que claudicar. Eran más de 8 kilómetros de recorrido y llevabamos (yo al menos, con mi lesión en la planta del pie) las fuerzas bastante justas. Además, llegando a la cuerda de la sierra, al cruzar una granja de panales de abejas tuvimos un par de percances: una abeja se enredó en el pelo de Olga, aunque salió ilesa (Olga también). Menos suerte tuvo Luigui, que sufrió un picotazo en el lóbulo de su oreja, y aún hoy se está recuperando. El antihistamínico resultó providencial para que la cosa no fuera a mayores.

Volviendo nos encontramos Fuente Alta desierta, así que nos pusimos a comer con unas vistas increíbles del mar, los invernaderos, y los pueblos del poniente de la provincia. Menudo asiento de primera, ya quisiera El Bulli. Y tras una breve sobremesa nos pusimos en marcha. Decidimos tomar el sendero de nuevo hasta Cortijo Clavero, porque volver por la pista se nos podría hacer demasiado pesado desde Fuente Alta, y allí, tomar la pista, evitando el sendero de Cortijo Clavero hasta el merendero, que pensamos que resultaría muy duro para nuestras rodillas. Craso error.

16:00:00:000pm, bocata de jamón, estómago lleno, Sol de justicia, las ranas con cantimplora, ..., recorrer la pista fue un auténtico infierno. Ni encontrarnos con esa ligera pendiente que hacía más fácil el paso nos aliviaba del dolor que empezabamos a sentir por todo el cuerpo, el tremendo cansancio, y el calor. Desde la altura veíamos el camino que nos quedaba por recorrer, y eso era lo peor, el camino no parecía tener fin. Cualquier atajo que nos ahorraba los metros de una curva de esa serpenteante pista, lo cogíamos con ansia, pero ni con esas el camino parecía hacerse más corto. No tengo ni idea de los kilómetros que pudimos llegar a hacer, pero fueron muchos, y pesados. Incluso vivimos momentos de gran tensión debido a la desesperación. Finalmente, alcanzamos el punto de origen, hicimos un pequeño descanso junto al coche, y volvimos a casa.

En definitiva, superamos los 1.400 metros de desnivel en esta ruta, que salvando las diferencias de altitud, es equiparable al desnivel que se supera en la subida a Siete Lagunas desde Trevélez, y aunque no llevabamos mucha carga, la distancia en kilómetros si nos puede hacer sentir orgullosos del esfuerzo realizado.