Author: Fox Mulder
•sábado, septiembre 12, 2009
Si no me falla la memoria es la segunda vez que atacamos el Chullo de noche. El planning era ver la puesta de Sol desde su cima, cenar, y bajar siguiendo la estela de la Vía Lactea. Pero las previsiones meteorológicas no fallaron, y durante la mayor parte del recorrido tuvimos un espeso techo de nubes que ocultaban la cúpula celeste, y el Sol no apareció ni para dar las buenas tardes.

Salimos de Almería Antonio, Olga, Marc, Sandra, Mariquilla, y yo. En Ferreira se nos unió Miguel, que venía de hacer 90 kilómetros en bici para calentar. La Vuelta había pasado por aquellos caminos unas cuatro horas antes, pero no vimos ni rastro de ciclistas.
La ruta, además, supuso el estreno oficial de las camisetas AFP 2009, las camisetas de montaña más jevis de cuantas se han hecho hasta el momento.

Empezamos a andar y el ritmo fue muy fuerte desde el principio. No paramos prácticamente hasta llegar al refugio, aunque Marc y Mariquilla siguieron hasta la cumbre del tirón. La luz se iba y unas nubes bajas amenazaban con cerrar completamente nuestro campo de visión, además, la temperatura había bajado considerablemente. Así que pusimos el turbo para hacer cumbre lo antes posible, foto de bandera, y bajamos de nuevo al refugio a cenar.
La cena fue digna del mejor restaurante. Con los frontales a modo de farolillos, y un círculo de piedras alrededor del centro del refugio a modo de sillas, dispusimos los alimentos que cada uno llevaba con el propósito de no dejar nada para la vuelta. La tortilla de Olga y Antonio duró poco, pero los pasteles morunos de Sandra y Marc fueron visto y no visto. Y, por último, el termo con té pakistaní calentito fue el cierre perfecto de una cena de marqueses. Si seguimos a este ritmo veremos a ver si en vez de grupo de montaña nos vamos a convertir en un grupo gastronómico.
Hubo sobremesa con sesión de chistes, pero la niebla venía cada vez más cerca desde el sur así que tuvimos que recoger y dejar el calorcito del refugio. El impacto al salir a la interperie fue horroroso: hacía un frío insoportable, y no paré de tiritar hasta bien andados unos cuantos centenares de metros colina abajo. La noche era completamente cerrada debido a las nubes (tampoco la Luna se dignó a saludar en ningún momento) y el camino se hizo un poco monótono durante la bajada.

No vimos animales de vuelta pero sí nos topamos con un par de arañas, fáciles de encontrar pues sus ojos brillaban en la oscuridad, y el innombrable insecto trepanador de cerebros, que estaba ahí, como siempre, expectante, vigilante, amenazador, altivo, que volvió a mirarme de soslayo y me dijo: "¡Andaaaaaa! ¡Tira! ¡Tira!" -perdonándome la vida una vez más.