Author: Fox Mulder
•sábado, septiembre 27, 2008

Con un pequeño retraso comenzamos esta última aventura del grupo, aunque el motivo era razonable: esperabamos a Sebastián, este hombre que aparece en las listas de nuestras expediciones para todas las rutas desde hace casi 3 años y todavía no habíamos conocido en persona. A decir verdad yo pensaba que era algún tipo de virus que afectaba al ordenador de Jesús, que añadía el nombre Sebastián a las listas, o su ángel de la guarda, y que siempre lo añadía por superstición. Finalmente comprobamos que era una persona de carne y hueso, conocido del viejo Retamar, y que sufrió el acoso guasón de Jesús durante todo el día con mucha paciencia. No sé si Jesús quería hacerle pagar por sus faltas durante estos años, o asegurarse de que no volviera durante los próximos lustros.

También María del Mar, nuestra querida "sosia", se apuntó a la ruta. No la veíamos desde que PJ la puso al borde de aquella pedriza en La Sagra, y le dijo: "¡Por ahí!".

Completabamos el grupo: Jesús, hilando fino para desgracia de Sebastián; Jaime, con mono de Doritos; Luigui, con la cámara a punto para registrar las mejores imágenes de la ruta; y un servidor, de estreno esta temporada, y con el freno "echao".

Sobre las 9 de la mañana salimos para Fiñana en los coches de Sebastían y Jesús. Nuevo reencuentro con el Montellano y sus tostadas de jamón, esta vez con el valor añadido de ver al jefe del bar más animado que nunca. Una de dos, o se tragó un DVD del Club de la Comedia, o se pasó con el coñac en el carajillo de primera hora de la mañana. En fin, estuvo "inspirao" el hombre...

Después de recorrer la eterna pista entre el pueblo de Fiñana y el cruce de salida en la sierra, dejamos los coches, y nos arreglamos para enfrentarnos a esa primera pendiente que engancha con el cortafuegos de El Doctor. En frio se hace dura, pero ya sea por costumbre, o por ganas de montaña, cada vez nos sentimos más a gusto subiendo ese camino.

Después de poco más de una hora alcanzamos el final del cortafuegos, allí donde acaban los árboles, y entre una niebla bastante espesa, tuvimos un gabinete de crisis. Quedaba un buen trecho hasta la cuerda de la sierra y perdíamos la referencia del cortafuegos. Tras consultar el mapa de la sierra decidimos continuar con la ayuda de una brújula que nos guió en dirección S hasta los Peñones del Mediodía. Un breve descanso durante la ascensión, y tras la cima, de vuelta, esta vez pasando por el refugio de El Doctor donde paramos a comer.

Allí, mientras daba cuenta de mis bocatas, tuve un reencuentro temible a la par que emotivo, un descendiente directo del bicho trepanador de cerebros que allá por el 98 me mantuvo toda una noche en vela, se asomó a mi mochila. He consultado en internet que un bicho trepanador de cerebros puede vivir entre 8 meses y un año, así que debía ser algo así como el tatatatatatatatatatataranieto del auténtico bicho trepanador de cerebros, pero en miniatura. En definitiva, me miró fijamente a los ojos y esbozó una microscópica y chulesca sonrisa, como diciendo "quédate esta noche a dormir si tienes güevos, que verás la que te espera".
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