Author: Fox Mulder
•domingo, octubre 25, 2009
El tiempo es una apisonadora que avanza implacable y no se detiene. Cuando me vengo a dar cuenta ya ha pasado más de una semana desde que hicieramos cumbre en uno de nuestros más cercanos tresmiles de Sierra Nevada: el Picón de Jérez. Una espina clavada, a decir verdad.

Después, entre tanto follón, encontrar un momento de inspiración para reflejar nuestras andanzas se hace bastante complicado... por encontrar el momento, y más por encontrar la inspiración. Pero vamos, que me niego a que esta ruta se pase por alto, y hay que subir al blog aunque sea la foto de bandera para que quede constancia de nuestro esfuerzo.
La noche del cambio de hora... un evento simple, ¿o no? Cualquier ser humano de mediana edad se ha enfrentado ya a esta situación en repetidas ocasiones, pero de las tres personas que fuimos a la ruta hay dos que necesitan repasar un poco los entresijos de este misterioso acontecimiento. Aunque dudo que pudiera afirmarse que un 66% de la población no sabe bien como manejar este asunto.

Para ser sinceros, yo me lío siempre con lo de adelantar o atrasar la hora... ¿qué significa adelantar? ¿Que la segunda hora de la madrugada se adelanta? ¿O es la tercera la que se adelanta? Pero entonces, ¿cuál es la que se atrasa? ¿Las dos o las tres? En realidad, el hecho de adelantar una hora implica retrasar otra, ¿o no? Total, que yo siempre me quedo con lo de "a las 3 son las 2", o "a las 2 son las 3", que es mucho más fácil de entender, en mi humilde opinión.

Después está el peculiar modo de referirse a la hora ya cambiada: la hora "buena". Por otro lado tenemos la hora "mala", la que nos trajo tantos follones el fin de semana pasado... ¡mala, mala, mala!

El caso es que no sé que espasmos neuronales provocaron que, teniendo plena constancia de que se cambiaba la hora, el despertador me sonara una hora antes, según la hora "buena". Por otro lado estaba Olga, que aunque parece tener claros los conceptos del cambio de hora, necesita algún repaso respecto a esa familiar pareja de caracteres que acompañan los dígitos de la hora en todo buen despertador: A.M. y P.M.; de no ser por mi llamada no se hubiera levantado de la cama, ya que el despertador estaba programado para unas 12 horas más tarde, lo que le hubiera supuesto un buen descanso, sin duda, pero incompatible con un sacrificado día en la montaña.

En definitiva, en un determinado momento (ni hora "buena", ni hora "mala", sino otra diferente), partimos de Canal Sur, Luigui, Olga, y yo, a meternos un buen tute de montaña entre pecho y espalda. He de reconocer que estaba de malos humos, y tantos kilómetros de coche por delante tampoco es que me ayudaran a levantar los ánimos. Pero bueno, tras el desayuno en el Montellano, y las primeras estampas de Sierra Nevada, la cosa iba tomando otro color.

Tras una pista infernal, digo... forestal, alcanzamos una pequeña zona de estacionamiento donde dejamos el coche. Estabamos a unos 3 kilómetros del refugio de Postero Alto, a unos 1.600 metros de altura, esto significaba que nos separaban unos 1.500 metros de desnivel entre el punto de partida y nuestro objetivo.

Después de unos 45 minutos de caminata pasamos el refugio de largo, y seguimos subiendo en pos de la entrada al cauce del Alhorí. Nos cruzamos con una simpática pareja de excursionistas que bajaba, y tras unas palabras de ánimo, nos comentan que ya habíamos pasado lo peor. La subida fue a buen ritmo, y el recorrido entretenido. Al tiempo alcanzamos las primeras vistas aéreas del Alhorí, con un buen caudal de agua, y el Picón de Jérez al fondo.

Entre el constante murmullo del río llegamos al circo del Alhorí, dejando el agua atrás, y con unos cuantos neveros por delante. Entonces comenzó el auténtico infierno: remontar ese pozo que es el circo del Alhorí hasta llegar a la cumbre del Picón. Me acordé de los excursionistas y me vino a la mente la imagen de una inmensa mano golpeando el morrillo de los optimistas montañeros fracturando su cuello (¿con que ya habíamos pasado lo peor, eh?). La pendiente era muy fuerte, y las energías estaban flaqueando, nos sobreviene una sensación de sueño, de cerrar los ojos y quedarnos dormidos. El sendero se escabulle de nuestros pies y nos encontramos andando sobre un aluvión de piedras que se deslizan hacia abajo, haciendo nuestros pasos prácticamente inútiles, y el avance lento.
Ya falta menos, hemos llegado casi a la cumbre y la pendiente se suaviza considerablemente, el GPS nos dice que estamos a 100 metros del objetivo, yo todavía no me lo puedo creer... no me lo quiero creer, remontar aquella pendiente y luego no encontrar el objetivo allí al lado se me antoja una noticia funesta, no quiero hacerme ilusiones. Finalmente, vemos como a cada paso, la línea del horizonte baja más y más, aceleramos el paso, ya está hecho, y vemos el hito que marca el Picón, ¿es ésto? ¿Seguro? Al fondo, Mulhacén y Alcazaba nos dan la bienvenida. Eran poco menos de las dos de la tarde, ibamos cumpliendo el horario a rajatabla. A pesar de todos los contratiempos, llegaríamos a Almería con tiempo para descansar, y lo más importante, con el objetivo cumplido.
Tras las fotos de rigor, y dado que allí era imposible pararse a comer debido al tremendo viento que soplaba del Oeste, pusimos pies en polvorosa para encontrar un lugar digno en el que reponer fuerzas. Emprendimos la vuelta pasando por otro tresmil, el Puntal de Juntillas, de 3.140 metros de altura. Sin problemas, una pequeña elevación sobre el terreno después de lo que llevamos ya en las piernas. Comienza el descenso, y podría decirse que caímos en picado: a las tres ya estabamos en las piedras de los ladrones dando buena cuenta de nuestros bocatas, y de un Valdepeñas cortesía de Olga, que entró como un tiro (de rápido, me refiero).

Dado que anochece antes, y el viento era "incómodo" (a pesar de estar a refugio de esas piedras, el viento soplaba por todos lados) no hubo tertulia de sobremesa y nos dejamos caer hacia el refugio de Postero Alto. Yo me puse el piloto automático, y como un autómata fui poniendo un pie detrás de otro hasta llegar al refugio, donde hicimos una breve parada antes de continuar hasta el coche. Echando la vista atrás, con las piedras de los ladrones recortadas sobre el horizonte, me parecía increíble que sólo hace dos horas hubieramos estado comiendo allí.

Bueno, y eso es todo... está visto que "to es ponerse"...
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