Author: Fox Mulder
•sábado, mayo 17, 2008

Otro madrugón, y ya es el séptimo en lo que llevamos de año. Otro palizón de coche, y también van unos cuantos. Otra visita a Sierra Nevada, y es que no hemos visitado otra sierra desde que comenzara el 2008 hace casi 5 meses. Aunque de esto último no se cansa uno, así como tampoco de la ruta que hicimos el sábado, y que ya hemos realizado unas cuantas veces: la Vereda de la Estrella. Y ya que estamos contando, la primera vez que la completamos en primavera, y la segunda que la hacemos recorriendo el "lazo" completo por la Cuesta de los Presidiarios.

El día amaneció cubierto, y había pronóstico de lluvias en casi toda España, pero tuvimos suerte y no tuvimos que utilizar los chubasqueros en todo el día. Eso sí, las caras nortes de las grandes cumbres de Sierra Nevada estuvieron escondidas por unas cansinas nubes durante todo el día, apenas se llegó a vislumbrar la cima de la Alcazaba durante unos instantes cuando alcanzabamos el punto más alto en la Cuesta de los Presidiarios, como un pequeño premio a nuestro esfuerzo.

Nada más llegar cumplimos con nuestra rutina de siempre y visitamos el típico bareto de pueblo en Güejar-Sierra para dar cuenta de un buen desayuno antes de comenzar: tostadas de jamón y sobrasada. Y continuamos hasta el Barranco de San Juan donde iniciamos la ruta. Como siempre las primeras rampas, en frío, se hacen difíciles, pero enseguida pusimos velocidad de crucero, y nuestras piernas respondieron. Llegamos al "abuelo", majestuoso desde lejos, descuidado si lo observas de cerca. Pienso que un ejemplar de estas características debería estar más protegido. Y llegamos a la bifurcación, el nudo del "lazo": teníamos la opción de (1) seguir llaneando hasta Cueva Secreta por verdes y floreados senderos, donde los pajarillos trinan melodías campestres, y los animales te saludan amigablemente al pasar (opción que tomaron los moñas y las maripaquis del Club Sherpa), o (2) descender hasta el rio, para enfrentarnos después a las infernales pendientes de la Cuesta de los Presidiarios, donde la oscuridad y las tinieblas esconden las almas de los que perecieron en el camino, entre espesa y tenebrosa vegetación, asperas ramas, falanges asesinas dispuestas a apresarte por el cuello al pasar, y con la única compañía de los aullidos del viento que surgen de lo más profundo del bosque (opción que tomamos nosotros, el Grupo AFP).

Hicimos una pequeña parada en el puente que cruza el rio, cuidando de no enfriarnos demasiado antes de acometer las temibles rampas. Olga se tomó un Burn y salió sin esperarnos, y luego nos las vimos y nos la deseamos para darle caza. Alcanzamos la cuerda de la montaña tras un importante esfuerzo, y remontar unos 300 metros de altura, y nos asomamos a las vistas que había al otro lado. A partir de este punto el sendero continuaba con subidas y bajadas hasta llegar al Refugio de la Cucaracha, donde hicimos la parada técnica, y más allá, El Aceral, donde paramos brevemente antes de descender hasta el rio, y recorrer el último tramo hasta Cueva Secreta.

Recuperamos al bajar el rumor del abundante agua proviniente del deshielo que habíamos dejado de escuchar tras ganar altura. Un sonido que da mucha vida al recorrido, y que compensa el colorido que en otoño toman las hojas de los árboles, que en esta ocasión no pudimos disfrutar. En esta ocasión nos dimos un atracón de verde, que tampoco está nada mal.

A las dos y media, y tras cuatro horas y media de camino, llegamos a Cueva Secreta. Allí buscamos un pequeño refugio al resguardo del viento y repusimos fuerzas para la vuelta. Los Sherpas, que estaban ya allí cuando llegamos, iniciaron el regreso mientras comíamos. 30 o 40 minutos después salíamos nosotros, ¿seríamos capaces de pillarlos? No lo fuimos. Volvimos rápido y a muy buen ritmo, adelantamos a mucha gente y nadie nos adelantó a nosotros, pero a ellos no los alcanzamos. En apenas dos horas y media ya estabamos en el Barranco de San Juan, con todo lo que llevabamos en las piernas, y viniendo desde Cueva Secreta, pero los Sherpas ya abandonaban el lugar en sus coches cuando llegamos.
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