Author: Motorizer
•lunes, enero 18, 2010

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Muy lejos queda, cuando Fernando me invitó a compartir con él una idea surgida de la mente de su amigo Agustín: pasar una noche en el refugio del Doctor, previa subida a una montaña que no me sonaba de nada y que según contaban, era el techo de la región, el Chullo. Conocía mejor el segundo reto, el Almirez, que teóricamente coronaríamos al día siguiente (cosa que afortunadamente no pasó). Esta ruta cambió mi vida para siempre.

Habrá un antes y un después de mi subida a la cima de Almería, gateando, despojándome de la mochila y utilizando las últimas reservas de mis exiguas fuerzas hasta tocar el hito que indicaba que nos encontrábamos a 2.610 metros sobre el nivel del mar. Nunca me supo también una pera de agua como en aquella ocasión. La otra cara de la moneda fue presenciar, ante mis resquebrajados labios, cortados por el sol, sediento al no llevar más que dos litros de agua para dos días, y agotado, como una señora en tacones y su hijo de apenas cinco años, correteaban dando saltitos como si se encontraran en un campo de amapolas. Claro, habían llegado en todoterreno muy cerca, pero el sentimiento de humillación fue aplastante.

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Si hubiera sido Cherry Garrad, al igual que en su expedición con Scott a la Antártida, esta aventura la habría bautizado como el peor viaje del mundo”.

Han pasado casi doce años desde entonces, y hoy ha sido mi decimocuarta ascensión a esta emblemática montaña. Catorce, número mágico con el que sueñan muchos ochomilistas. Yo soy más conformista, tengo a este dosmil y pico más cercano. Lo hemos acometido en todas las estaciones del año, unas veces con algunos amigos, otras con otros y una en solitario. Esta vez tocaba nieve. Quería que fuera con nieve. El día parecía ser el idóneo.

Con la incertidumbre de saber con certeza cuántos íbamos a subir, preparamos el viaje hacia el Marquesado, puerta de entrada a lo más intrincado de la Sierra Nevada más oriental. Todo estaba minuciosamente preparado: porteadores, equipo, permisos, pronóstico meteorológico y posibilidades de éxito. El objetivo era subirlo en estilo alpino, con una única oportunidad de alcanzar cima aprovechando una ventana de tiempo.

Jorge, Javi,  Vanesa, y algunos de mis hermanos, Jesús y Jaime, me acompañan esta vez a completar la 14ª ascensión al Chu-llo.

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Hicimos escala en Gérgal, donde tomamos el último desayuno civilizado y nos aprovisionamos con la última intendencia y víveres necesarios.  Javi y Vanesa nos esperarían ya en el C.B. (Campamento Base). A pesar de ello llegamos antes, y pudimos comprobar que no iba a ser tan solitario como en otras ocasiones: Muchas expediciones partían a distintos lugares del C.B. Ragua, algunas de ellas comerciales y muchas turísticas, recordándonos la aglomeración que lugares como el C.B. del Everest está sufriendo en los últimos años.

No debíamos preocuparnos ahora de eso, sino de pelear con las autoridades del lugar para conseguir los permisos necesarios de estancia, pagando fielmente los tributos exigidos, y a pesar de ello, no poder montar el campamento de la forma más coherente, sino siguiendo las instrucciones de dichas autoridades. Nos sentimos continuamente vigilados.

Teníamos que partir. Decidimos hacerlo sin porteadores de altura, los cuales no habían llegado aún, y no perder mucho más tiempo. Desde el inicio, en algunos tramos se hacía necesario el uso de crampones, y presenciamos los primeros accidentes en el resbaladizo hielo.

La subida del Glaciar “Raguash firecutter” es abominable, te coge en frío y pronto tomas altura, pudiendo ver todo el conglomerado de estaciones que se agolpan junto al edificio central. Pero de eso nos olvidamos, hay que subir. Jaime se desvincula rápidamente y lo perdemos de vista, pero en el caso del Chu-llo, no. Ya lo tengo frente a frente. El duelo comienza.

IMG_0070 Con nosotros parten otras cordadas, más numerosas, incluso ayudadas con animales para subir a la cima. Pronto, esto se convierte en una romería. Superado el Glaciar, nos encontramos con la Meseta de High Meadows, impresionante, inmensa, sólo ensombrecida por la figura del coloso, el Chu-llo. Por un momento nos sobrecoge la distancia, y deseamos refugiarnos en sus sombríos bosques.

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Encontramos una cordada de amigos conocidos, a los cuales le pedimos novedades por si han visto a Jaime en la subida. La respuesta es negativa. Creo divisarlo en la lejanía y eso me tranquiliza un poco. Empiezo comprender que a pesar de nuestra compañía, ha decidido la escalada en solitario.

Tomando altura, las vistas se nos muestran cada vez más palpables, con futuros objetivos al alcance de nuestros privilegiados ojos. La Cordillera Filábride, esa mole descomunal y maciza. Kastrill, Kazorlah, Sagrah, increíblemente nevadas, invitan a ser visitadas en un periodo no muy lejano.

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El grupo se ha alargado, y el día empieza a estropearse con la entrada del viento y las nubes quieren ir tapando poco a poco el sol. Evidentemente, la temperatura baja pero nuestro ánimo no. Sólo hay que abrigarse un poco.

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Tenemos suerte, y hay huella abierta, y desde Grits lands, donde Jesús hizo aguas menores, la travesía es cómoda. Peregrinos montañeros ascienden, cada uno a su ritmo, cada uno con sus pensamientos. Mi pensamiento es que Jaime seguro que ya está en la cima, algo impaciente y aburrido, pero no podemos comunicarnos con él.

Llegamos al refugio del Chu-llo, cuya puerta no está puesta, con la consiguiente nieve dentro, producto de tantos y tantos días de temporal. Allí se intentan refugiar una expedición que se había disgregado, con el  objetivo de reagruparse. Yo sigo subiendo, intentando alcanzar a Jesús que se ha adelantado, tratando de seguir la estela de Jaime. Tras de mí, Jorge, y por último Javi y Vanesa.

Afronto las últimas palas, ya queda poco, la cima está muy cerca, pero intentando no acelerar la respiración, abriendo los pulmones al máximo, siento que pronto el catorce pasará a ser un número importante en mi vida.

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Lo bonito de atacar esta cumbre es que no la ves, sabes que está ahí, que cuando pasas la puerta de su refugio te queda poco, pero sigues sin verlo, es un acto de fe. Y de pronto,  se te muestra, lo divisas a lo lejos, su hito, su señal cimera. Esperándote.

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Ya está, me encuentro a sus 2.610 metros. Una vez más, mis botas se han sabido el camino. He completado un ciclo. El ciclo del catorce. Pero eso al viento no parece importarle, y aumenta su potencia. Jaime y Jesús están resguardados despachando los últimos víveres que les quedan, agotados, destrozados, hechos polvo, casi sin fuerzas y exhaustos…. de la risa que se están metiendo con los chistes que en forma de duelo se están contando el uno al otro.

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Yo, antes de nada, me abrigo. Me río con ellos, y fotografío, es mi deber y obligación.

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Jorge se nos une, y pronto Javi y Vanesa aparece como por arte de magia. El equipo al completo consigue la meta, coronar nuestro techo provincial.

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Nos embriaga la victoria. Hasta la Sierra de Ghador nos saluda con sus mejores galas.

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Y el Khabo de Ghatah se deja ver en la lejanía. Este es un regalo inesperado, a modo de conmemoración u onomástica cimera. Nunca había tenido la oportunidad de otearlo desde aquí.

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Y no sólo eso, es la primera vez que África está tan cercana y visible. Las montañas del Rif se perfilan perfectamente en el horizonte.

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Pronto, dejamos de estar solos en la cima. Llegan las expediciones comerciales, las no comerciales y esto se llena. Hay que dejar hueco, así que engullimos la comida, hacemos las fotos de rigor, y nos preparamos para regresar. Aún tenemos la bajada por delante y la cumbre no estará completa hasta llegar abajo al C.B. El viento es motivo más que suficiente para que no nos dejemos perder mucho más tiempo. Tiramos hacia abajo sin más dilación.

Todo es deshacer, deshilar, siguiendo las múltiples huellas que conducen bien hacia arriba o hacia abajo. Si bien es el mismo camino, no son las misas percepciones, las mismas vistas.

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Llegamos a la la base del Glaciar, y la marabunta de hormigas está ahí abajo, más bulliciosa que cuando partimos. Decidimos sortear las zonas más comprometidas donde los plásticos desafían a la velocidad, y a veces al sentido común. Eludimos lo más peligroso del lugar y ya por fin, podemos celebrar que lo hemos conseguido, una vez más…

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…Una vez más, que la montaña nos ha permitido coronarla, rendirle tributo con nuestro esfuerzo. Repito que se ha cerrado un ciclo, un ciclo personal que empezó allá por el año 1998, en el siglo pasado, hace más de una década, y que gracias en la mayoría de las veces, no hubiera sido posible sin la compañía de mis hermanos y de muchos amigos, amigos que esta vez no me han podido acompañar, y amigos con los que me hubiera gustado compartir ese momento y a los que he echado de menos hoy.

Solo resta por tanto un pensamiento. A ver para cuando la decimoquinta ocasión. Espero que pronto. IMG_012223232

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2 comentarios:

On 19 de enero de 2010, 21:44 , Fox Mulder dijo...

Bueno, en verdad la primera ascensión cuenta como dos o tres, porque llegar al Chullo desde Siete Caminos con todo lo que llevabamos a la espalda no es Mocko d'Pavoh.

Buena crónica y mejores fotos.

Saludos,
Fernando.

 
On 19 de enero de 2010, 23:49 , Motorizer dijo...

¿Te has dado cuenta que desde entonces, no la hemos vuelto a hacer así? Fuimos como los pioneros de hace unos años. Esa fue la verdadera ascensión al Chullo, en estilo "más que alpino" :-)