Author: Fox Mulder
•viernes, octubre 09, 2009
Otra escapada a tiro de piedra... ¿será por montañas aquí en Almería? Esta vez al Alfaro, ese pico en forma de Veleta en las estribaciones occidentales de Sierra Alhamilla.
Un día de escándalo en lo que a climatología se refiere, casi veraniego, lo que nos hacía pensar que tal vez pudieramos pasar bastante calor durante la subida. Y así fue. Y eso que retrasamos la salida sobre la hora prevista debido a un malentendido, y luego, pese a tener indicaciones precisas de como alcanzar el punto de salida, lo pasamos de largo dos veces antes de dar con él. Así que hasta las 5 y media pasadas no nos pusimos a andar.

El inicio de ruta era un "empinado sendero" según nuestras indicaciones, y sí, empinado era, pero sendero no se veía por ninguna parte. Y esa fue la tónica durante bastantes tramos del recorrido, sobre todo cuando a la vuelta se nos hizo de noche. En terrenos como éste, de piedras y tierra, y tan poco transitados, es difícil encontrar un sendero claro. Sólo los hitos, en forma de inestables torres de piedras, nos guiaban de forma precisa hasta la cumbre del Alfaro.

Jaime empezó como un huracán y al poco nos había sacado un buen trecho. La gente joven, que no necesita calentar ni cosas de esas. A mi, en cambio, me faltó el aire en más de una ocasión pese a llevar la mochila más ligera que nunca. Y a Olga, cuyas mejillas se tintaron en seguida con el rojo característico del Sol traicionero de media tarde, le derivaron los colores a morado intenso tras unas cuestas debido a la asfixia.

Tras unos cuantos sube-y-bajas de pendiente moderada nos encontramos ante un cuestón, de terreno inestable y resbaladizo, que daba acceso a la cresta final del Alfaro. Pensé que más complicado sería bajarlo, y menos mal que la luz natural, aún con el Sol ya escondido, nos alcanzó para bajar ese trecho del camino antes de colgarnos los frontales en la cabeza.
El último tramo fue lo más divertido de la ruta: una cresta con un abismo a la izquierda y una ligera pendiente descendente a la derecha. Lo que daba cierta seguridad ya que tener la gravedad en la misma dirección del abismo no hubiera sido plato de mi gusto, ni creo que del de ninguno de nosotros. Aquí el sendero desaparecía en largos tramos y era sustituído por lo que a mi se me antojó una enorme "rayuela" natural. Una secuencia de grandes piedras en las que el entretenimiento era encontrar la superficie plana sobre la que apoyar el pie antes de pasar a la siguiente piedra. Si vuelvo a hacer la ruta prometo ir marcando y numerando con tiza esas superficies planas para hacer el juego más entretenido.
Hicimos cumbre y tras las patéticas llamadas de rigor a las parejas aprovechando la cobertura, nos pusimos a cenar. Las vistas desde la cumbre eran espectaculares: al Norte la Sierra de Filabres, claramente visible el Calar Alto, y tímida tras unos cerros la Tetica de Bacares; al Sur la ciudad; al Este, la falda de Sierra Alhamilla con un verde espectacular; y, por último, al Oeste, el inmenso desierto de Tabernas y Sierra Nevada al fondo, con sus grandes picos, Mulhacén y Alcazaba, perfilados sobre el horizonte.
Tras la foto de bandera, y apretando el culo porque el Sol ya se había escondido tras Sierra Nevada, nos pusimos en marcha. Y lo de apretar el culo lo digo tanto en sentido de imprimir velocidad como por los resbalones que se fueron sucediendo durante la bajada, que nos obligaron a tensar glúteos para amortiguar las caídas. Primero en liarse a golpes contra el suelo fue Luigui, a continuación fuimos Jaime y yo los que dimos con nuestros huesos en tierra tras un mal apoyo, y por último, ya a pocos metros del final de la ruta, y de noche, fue Olga la que metió el pie en una grieta oculta bajo un seto y que apunto estuvo de hacer rápel sin cuerda.
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