Author: Motorizer
•lunes, octubre 05, 2009
IMG_8475

Como si de un depredador hambriento que llevara varios meses sin catar presa alguna, así me encontraba yo la semana pasada. Muchos meses han pasado para mí sin poder pisar la montaña, demasiados diría yo, y aunque ahora mis pies están pegándome cortes de manga cuando les recuerdo que ya estoy maquinando donde ir dentro de poco, puedo decir que la ruta de este sábado ha sido de las más gratificantes que he hecho en cuanto a alta montaña se refiere.

Todo comenzaba a las seis de la mañana, una hora prudente si tenemos en cuenta que teníamos que ir hasta la Hoya de la Mora, nuestro punto de partida. Allí nos encontrábamos Jesús, Manolo (después de un año sabático), Pablo y un servidor, dispuestos a comernos lo que hiciera falta (bocadillos, frutos secos y tarta de queso del Tío Resti incluida).

Jesus Manolo

Pablo Luigui

Desayunamos donde siempre, pero esta vez el camarero nos demostró su curso estival de tauromaquia, puesto que soltó su estoque con maestría a la hora de cobrarnos el exiguo desayuno de tostadas de jamón con Colacao. En el bar vimos que había una feria del queso en Granada, e ilusos de nosotros nos comprometimos a ir si llegábamos con buen tiempo al regreso.

Si hay que destacar algo de esta ruta es el sube y baja constante que existe a lo largo de toda ella. Caminos que parecen imposibles desde la lejanía pero que cuando te vas acercando, compruebas que puedes subirlos, ahora bien, prepara los gemelos y respira hondo.

Monumento a la esquiadoraDespués de subir por la pista dirección al Veleta, nuestro GPS nos indicaba que debíamos abandonarla para bajar al valle por la zona del campanario, buscando por donde subir hasta llegar a la cresta de los Tajos del Campanario, donde se ubica un monumento a una esquiadora fallecida. De ahí partía el inicio del Veredón Inferior, hacia el Corral del Veleta, en una bajada por un desfiladero que ya hacía asomar el topo en algunos tramos.

Tajos del CampanarioDe frente teníamos Veta Grande, que a simple vista parecía una fortaleza inexpugnable para nuestras botas. Pero se intuía una senda en un frenético zigzag por donde subir, eso sí, con una inclinación de no te menees. Pero todo fue ponerse y subir poco a poco, mientras cada uno iba con sus pensamientos más íntimos.

Subida Veta Grande Una vez en el Collado de Veta Grande, comprobamos que debíamos volver a bajar al valle del corral de Valdeinfiernos, para luego seguir por enfrente en otra mortal subida. Pero ya se podía divisar nuestro objetivo: La Laguna Larga. Quedaba tela marinera.

Laguna_Larga_Pano_010 De nuevo vuelta a bajar y vuelta a subir, esta vez con un poco más de exposición y atravesando un sendero entre lascas, el cual se iba haciendo algo largo, pero de pronto, voilá, apareció una laguna de la nada, ya sabíamos que nos quedaba poco, y efectivamente, al llegar a un otero, allí estaba, abajo, espectacular y preciosa, un regalo para los ojos, la Laguna Larga. Eran las tres de la tarde y las tripas estaban que parecían un motor de un Boeing 747.

Laguna_Larga_Pano_024Tras comer, teníamos que ponernos en marcha y estuvimos estudiando por donde hacerlo, ya que un montañero con el que nos cruzamos, tomó nuestro camino de ida para luego desviarse a su izquierda. En una de mis exploraciones mientras el resto descansaba, divisé una senda que ascendía vertiginosamente hacía la arista de los Crestones de Río Seco, con una inclinación que era nuestro postre para hacer la digestión. Y por ahí tomamos. Empezamos a subir, y a subir, y a subir, y al llegar a un collado, pudimos comprobar que aún teníamos que bordear un pequeño precipicio con el que Jesús no contaba y al que le costó proseguir. Pero al cabo de un rato y de una pequeña trepada salimos a la pista de la cara sur. Lo peor había pasado.

Laguna_Larga_Pano_029 Sólo quedaba un escollo: el famoso paso de los Guías. Jesús estaba ya que le daba igual ocho que ochenta, así que para él fue como un mero trámite.

Paso de los guías

A partir de ahí, desde el refugio de la Carihuela ya todo fue cuesta abajo, coser y cantar, aunque las rodillas estaban muy resentidas, los pies ardiendo y las ganas de llegar al coche, antes de que se fuera la luz, desesperadas. Por fin llegamos y tras una intensa pateada de más de 20 kilómetros, regresamos a casa.

This entry was posted on lunes, octubre 05, 2009 and is filed under , . You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed. You can leave a response, or trackback from your own site.