Author: Motorizer
•lunes, octubre 18, 2010

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Esta crónica es de pijama de franela, pantuflas y colacao “calentico”. Descansado, cómodo y relajado puedo escribir tranquilamente lo acaecido hoy, un domingo cualquiera del mes de octubre. Pero no sin antes hacer un breve inciso: El sol que tan flamantemente pronosticaba la página del servicio de meteorología oportuno, el cual no voy a nombrar, sólo ha hecho acto de presencia en nuestras conversaciones.

Es por tanto que la niebla se ha hecho dueña y señora de toda la jornada, una niebla muy húmeda, fría y persistente que se ha empeñado en hacernos la travesía un pelín incómoda.

A las siete y media partíamos desde Almería el grupo Alfa, compuesto por Ana, Cristian, Jorge y un servidor. En la gasolinera de Repsol de Viator nos reuníamos con el comando Beta, un nutrido grupo familiar, compuesto por Miguel, Antonio, Javi, Vanesa y Tamara. Sin demorarnos mucho, subimos a los coches dirección a la Ragua.

La primera toma de contacto con la sección Gamma (Manolo, Luis, Miguel, los Pacos, Jose y Fran) que venía del Poniente fue a través de un mensaje de Manolo al móvil informándome que estaban satisfaciendo al cuerpo con un opíparo desayuno en Laujar como es menester.

Llegamos a la Ragua, no sin antes ser testigos de los peligros que tiene la carretera de subida al Puerto, al presenciar una colisión de alcance trasero por ese pequeño gran defecto que tienen algunos conductores de ir besando el orto al vehículo que le precede. Jorge instigó a Ana que tirara para delante, que con nosotros no iba la cosa, que no era nuestra guerra, que si no, “no hubiera metido el jocico en el culo del camión”.

Casi a la par, la sección Gamma hacía acto de presencia y tras las inevitables y obligadas presentaciones y los saludos de reencuentros, la expedición se completaba con el comando Beta que sufrió un breve retraso logístico.

Ya estábamos todos. Hacía fresco pero una temperatura agradable, llevadera, sin viento, que hacía presagiar una prometedora jornada de montaña. Tradicional foto de inicio y a amarrarse los cordones de las botas.

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De sobra es conocida por este blog la famosa subida por el cortafuegos, no hay que dar mucho detalle; sabemos que te pilla en frío, que es empinada y da un regustillo que para los no iniciados hace resoplar y mirar con sonrisa nerviosa de un lado para otro. Por suerte, este mal trago se pasa rápidamente y pronto aparece el objetivo a la vista, o mejor dicho, casi a la vista, puesto que la niebla ya está tapando la cumbre.

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Esta vez el itinerario no correrá por la clásica subida directa, sino que hemos decidido complicar el tema un poco más, alargando el camino buscando la Laguna Seca. Así que, tras algunas dudas, tomamos campo a través intentando no perder altura.

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Hasta este momento, el grupo ha ido más o menos compacto, pero cuando vamos tanto personal, es inevitable que éste se estire. A ello se suma que la niebla comienza a aparecer, trayendo más dificultad para el avance. Pronto estamos tan estirados que casi no nos vemos la cabecera y la cola del pelotón montañero.IMG_2882

La ruta engaña, y parece que el primer objetivo del día, la Laguna Seca, está cerca, pero nada más lejos de la realidad. A una loma le sucede una colina, y a esa colina otra loma. Pero por fin, tras varias lomas, colinas y más lomas se divisa la cuenca de la laguna. En estos momentos ya empiezan a resentirse alguno de los expedicionarios.

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El  punto de inflexión definitivo donde la niebla separó al grupo fue en la subida hacia el Chullo. La visibilidad, unida al cansancio y dolencias de varios miembros creó dos facciones muy separadas entre sí. En estos momentos maldigo a mis muelas por no haber traído los walkies (los llevo cuando no los uso, y se me olvidan cuando se necesitan), y claro, no sé cómo van los de cabeza, ni si están o no muy lejos, ni como van ni nada.

La niebla a veces no nos deja ver mucho más de nuestras narices, e incluso en nuestro grupo sufrimos alguna separación temporal. Por suerte, conseguimos ir agrupándonos cada vez que nos ocurre eso.

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Aquí ya más de uno tiene los huesos calados por la humedad y decidimos que lo mejor es no parar, que los más perjudicados hagan un esfuerzo de avanzar para no quedarse fríos y llegar pronto a la cumbre, y de ahí, bajar al refugio y descansar lo suficiente para recuperar fuerzas.

No se ve nada, aunque a ratos, la niebla da tregua y permite que nos orientemos lo suficiente. Por suerte, como si una aparición fantasmagórica del Holandés Errante fuera, la cima se muestra, espectral, entre los jirones de la fría neblina. Ese halo de esperanza me hace animar al resto de que apretemos un poco y que estamos llegando.

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Cristian y Ana son los primeros en coronar el Chullo, y pronto nos unimos a ellos. Pero no podemos demorarnos mucho allí arriba, pues el viento acentúa aún más la sensación de frío que estamos sufriendo. Así que hacemos foto de cima como buenamente podemos, acompañados de un grupo de montañeros, amigos de Paco, con los cuales hemos coincidido de casualidad allí arriba.

Bajamos al refugio todos juntos, para parar allí y comer algo, que desde por la mañana no hemos echado nada al estómago. Allí dentro está Jorge, acompañado de Miguel, que se ha quedado a esperarnos y aliviarse del dolor de rodilla que ha arrastrado en la subida. Nos informa que el resto de compañeros han estado allí pero han decidido bajar hasta los vehículos. Hay overbooking dentro del refugio, que a pesar de estar en malas condiciones, a nosotros nos parece un hotel de lujo. Ana y Cristian no se quedan, prefieren bajar rápidamente a los coches, Ana está sufriendo un poco y el parón no haría más que perjudicarle.

Tras entrar en calor, lo suficiente para recuperarnos, salimos enchufados ladera abajo, eso sí, a la velocidad que los dañados pueden. Jorge baila al ritmo de los bastones que entre todos le hemos prestado, poniendo esmero en que no sufran las rodillas.

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Entre conversación y conversación finalizamos la epopeya, trasladando a los heridos a la tienda hospital,  comprobando que ninguno había sufrido congelaciones ni gangrena, y por tanto, que no había que hacer amputaciones. Los primeros en llegar se habían ido ya hacia Laujar, tal y como nos ponía en la nota que nos dejaron en los coches. Ahora tocaba llegar hasta ellos, en una carrera contrarreloj para saciar el hambre que teníamos.

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Unas cervezas fresquitas y unas tapas para unos, y suculentos y reparadores platos para otros, fue el colofón para terminar esta ruta.

Tocaba despedirse, pues cada uno ya teníamos un destino distinto y unas ganas locas por pillar ducha y calor del hogar. Una vez más la montaña te deja disfrutar de ella, pero como siempre, avisándote que las cosas no son tan fáciles como parece, que siempre le tienes que mostrar respeto e intentar ir lo más preparado posible.

Perfil de la ruta (cortesía de Luis Sánchez)

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1 comentarios:

On 18 de octubre de 2010, 22:37 , Fox Mulder dijo...

Es lo malo de aventurarse por terrenos tan desconocidos, Luigui... hubiera sido recomendable que estudiaras la ruta antes realizarla ;-)