Author: Motorizer
•domingo, marzo 01, 2009

Rio_Mulhacen

MMCCCXL, eso en números romanos significa 2.340, esto para los mortales que no conocéis el tema se traduce en los segundos que Olga y yo tuvimos que esperar a Jesús, desde las cinco a.m. que habíamos quedado. MMM son los tresmil segundos que le tocó a Jaime sufrir hasta que lo recogimos. Este comentario lo obviaría si no fuera que hemos tenido cachondeo este fin de semana con el mismo, y que Jesús me suplicó de rodillas que no fuera el cruel verdugo que tirara del mecanismo que tensara la soga y ejecutara la sentencia de muerte. No hay piedad jajajaja. Esta vez le tocó a él dormirse, y tras veinte minutos de tensa espera, agudizada por el titánico esfuerzo que supuso madrugar a las cuatro de la mañana, lo llamé, ocasionando mi llamada que se despertara. Una mala noche la tiene cualquiera.

Con la salvedad de esta anécdota, salíamos de Almería sobre las seis a.m., rumbo a las Alpujarras, con un reto, que en esos momentos lo veíamos factible: subir al refugio de Poqueira, pernoctar, y a la mañana siguiente, subida al Mulhacén y bajada tirando millas para el coche.

Dos horas y media de carretera, con  una oscuridad total, con lluvia desde la salida de Almería prácticamente, ya nos estaban poniendo el cuerpo malito, pensando, dónde carajo nos íbamos a meter.

Tras el desayuno de rigor con ricas tostadas de jamón y tomate en el bar de siempre de Capileira, ya no había más tonterías, de cabeza teníamos que ir a dejar el coche en el punto de partida: La antigua estación eléctrica de la Cebadilla, y para eso, Jaime me sustituyó como piloto del vehículo, comprobando que el París Dakar estaría chupado si le dejaran  un coche. La pista está en buen estado a pesar del barro, de la ligera lluvia que nos acompaña y de los baches, más bien simas que nos cruzamos. Jesús no hacía mucho que le había cambiado los amortiguadores al coche. El sudor frío y el nudo en la garganta lo hicieron crepitar más de una vez.

Llegamos y dejamos el coche, y claro, toca sacar los bultos, que como siempre, Jesús es el campeón absoluto en cuanto peso a llevar, y eso que dormíamos en refugio y no teníamos que apenas llevar comida.

Llueve, pero no hace frío, y como premio, las primeras rampas son de escándalo, sorteándolas por un sendero en zig zag, no apto para rodillas sensibles. Pronto ya estamos cogiendo altura, y el valle del río, profundo como él solo, es precioso, no hay más que agua y nieve por todos lados, y el hecho de la lluvia le da  un aspecto más intenso si cabe.

Poqueira en la niebla

La subida se va haciendo poco a poco, y la nieve cada vez es más protagonista. Nosotros  decidimos seguir la huella abierta por alguien que llegó antes que nosotros, no sabiendo si éste nos estaba llevando inexorablemente al borde de un precipicio o no. Y es que, mi gps no consigo hacerlo funcionar. La niebla está cada vez más espesa, y dudamos si vamos por el camino correcto o no. Menos mal que está bien señalizado, pues en algunos momentos pensamos en que nos habíamos extraviado. Jesús se adelanta peligrosamente, puesto que la niebla impide el contacto visual. De repente nos encontramos a un montañero, crampones en mano que baja buscando a unos amigos, y nos da una alegría, estamos a apenas 15 minutos del refugio. Ya parece que lo estamos viendo, o por lo menos eso pretendemos, pues con la niebla es difícil distinguir si se trata de una roca o de un edificio. Pero pronto, su silueta se recorta entre la neblina, como el Holandés Errante. Hemos llegado. Y encima, en apenas cuatro horas.

Nos registramos en nuestro “hotel”, y asumimos las condiciones que nos ofrecían, no aptas para todo tipo de gustos: hay que ponerse chanclos para estar en el refugio, y evitar que se llene de barro de las botas, la calefacción lleva 14 años sin funcionar, las tuberías están congeladas, con lo que el tema de ducharse y hacer sus necesidades se relega a utilizar el excusado “Jesús Calleja” de las inmediaciones, y la cena es a las siete y media. Tras una siesta reparadora en nuestra habitación asignada, la hora de la manduca nos pareció perfecta. Compartimos mesa con unos madrileños muy majos, con los que intercambiamos historias y chascarrillos montañeros. Tres platos a comer sin fin, y Jaime que llegó in extremis, antes de que cerraran el comedor. Al refugio llegaron unos paisanos guiados por un guía, Sergio, que será el que lleva a nuestras futuras cuatromilistas, Olga y Mariquilla. Fueron nuestros compañeros de habitación.

Tuvimos nuestro primer gabinete de crisis: qué hacer al día siguiente. No pintaba muy bien la cosa, y pensamos que tal vez era demasiada paliza subir al Muley, bajar de nuevo al refugio, y camino de retorno. Así que pensamos que nos levantaríamos e intentaríamos llegar hasta donde fuera, sin descartar la cima.

Amanece, parece despejado, por lo menos cuando me acerco al w.c. “Jesús Calleja”, y levantamos al resto de la expedición. En el desayuno ya estamos eliminando la posibilidad de la subida a la cima, y nos retamos a intentar llegar a la Caldera. Jaime está tocado de un ligamento, así que nos dejamos llevar por su situación física. Calzamos crampones desde el mismo refugio y allá que vamos. Pero resulta que lo que parece un día idílico se transforma en algo peliagudo. A Jaime no lo veo como otras veces, incluso se queja un poco. Así que, tras subir la inmensa pala del río Mulhacén, y viendo la ventisca que se avecina, aparece nuestro segundo gabinete de crisis. La votación es unánime; tocamos retirada. E hicimos bien.

Recogemos todo y nos despedimos de los guardas (éramos los últimos que quedábamos). Tomamos el camino de regreso, durante el cual, Jaime  pierde su piolet, hacemos culoesquí, vemos cabras montesas, atravesamos de nuevo los puentes sobre el río, y todo eso, en dos horas y cuarenta minutos. Ni que nos hubieran puesto un petardo en el ojal.

En la Cebadilla, descargamos, tomamos algo y decidimos que en Capileira seguro que ponen unas rubias fresquitas, y allí que nos vamos. Celebramos con esas cervezas, más un gélido tinto de verano, que nos ha salido bien la cosa, y planeamos que la invernal del Mulhacén tiene que caer algún día. Volveremos.

    Puerta del refugio  IMG_5648

Refugio de Poqueira

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1 comentarios:

On 2 de marzo de 2009, 0:23 , Fox Mulder dijo...

Ya el hecho de estar allí y plantearse subir al Muley en estas fechas es un éxito. Por lo menos que os sirva de ensayo para el madrugón que nos espera la semana que viene.