Author: Motorizer
•lunes, marzo 08, 2010

07032010094

Hemos vuelto para repetir. No están los mismos del año pasado por distintas circunstancias, pero en su nombre lo hemos hecho. No sólo en la categoría senderista sino también en la de corredores. Hace un año, tuvimos una buena ración de Parque Natural, de ese Parque que durante tantos años habíamos recorrido, y que nos dejó con la boca abierta al descubrir nuevos y asombrosos rincones.

Si en la edición pasada pedía a gritos que me amputaran el pie, ahí en seco, para no soportar el dolor de las ampollas en el talón, hoy la cosa es bien distinta: un calzado adecuado y unos calcetines también adecuados hacen que pueda dar gráciles saltitos como un hada en un campo de tulipanes.

Roberto Brasero y Mari Picazo se habían confabulado para amargarnos la existencia con unas catastrofistas perspectivas climatológicas dignas del Armageddon. Por suerte para nosotros no se cumplieron, aunque la amenaza estuvo latente todo el día, llegando a escupir el cielo algunas gotas, como cuando estornudas estrepitosamente si no te importa guardar las apariencias.

Jaime y yo, los únicos senderistas, nos fuimos cuando aún la gente se recogía de marcha y se extrañaba que en una parada de autobús estuviera un tío con mallas y el pelo largo. En sus efluvios etílico-festivos pensarían que sería a la aparición de algún juglar del tres al cuarto. Vamos, que era yo.

07032010092 Llegamos bien de tiempo, lo justo para recoger mi dorsal, puesto que Jaime era senderista “invitado” recién llegado de un parón catalano-vacacional y se enfrentaba nada menos que a 28 kilómetros de recorrido. Nos preparamos estirando un poco, como es menester en tales lides, y ocupamos un cómoda posición en la salida mientras el interlocutor, micrófono en mano, nos leía las normas de la prueba. Lo teníamos claro.

Casi puntualmente, a las ocho y media de la mañana pusimos el crono en marcha y comenzamos en una salida neutra a avanzar por el sendero marcado. Ahora era difícil avanzar puestos, pero nos quedaba mucho trecho por delante. El día estaba nublado pero no parecía que fuera a caer una manta de agua.

En la rambla discurría un arroyo de agua cristalina, primera sorpresa, y no única del día. ¿Cuándo volveremos a ver algo así en el Cabo de Gata?. El verdor, el olor de la lavanda y los almendros en flor engrandecen aún más la belleza, si cabe, de nuestro Parque Natural insignia. El primer repecho hasta el carril hace la primera selección natural de los más fuertes. Algunos ya han empezado a correr.

07032010093

Nosotros seguimos avanzando a buen ritmo, cogiendo nuevas posiciones de una forma relajada y firme. Cada uno es consciente de lo que quiere, algunos más competición, otros, disfrutar de una jornada lúdico-deportiva. En nuestro caso más de lo segundo, aunque echo de menos mi cámara, porque el sitio es para quedarse y ponerse a disparar como loco.

Llegamos al primer puesto de avituallamiento. Nos sorprendemos de la velocidad que llevamos, muy buena, con grandes expectativas y todo, y sin haber forzado nada la máquina. Este momento es crítico, pues Jaime es senderista “invitado” con un dorsal invisible para la organización, así que se desmarca un poco de mí, silbando distraídamente y avanza unos metros separándose de mí, mientras yo me acerco a la mesa y recojo, tras comprobar mi credencial oculta bajo mi chaqueta, una botella de agua y un par de pastelitos con cabello de ángel que derriten al paladar más exigente. Como buen hermano, comparto deliciosos manjares con Jaime, que me espera paciente y caninamente un poco más adelante.

07032010094

Nos sabe a gloria, y avanzamos, como espartanos, pero unos espartanos que no paramos de hablar, y es que he de decir que en 28 kilómetros de prueba nos nos callamos ni aunque nos  hubieran metido bajo el agua. ¿tanto tienen que decirse unos hermanos? Pues sí, y más. Estamos buscando una prueba de 40 kilómetros a ver si superamos el tiempo máximo de charlas. Eso nos provoca que lleguemos al segundo punto de avituallamiento en los Albaricoques sin darnos cuenta. Llevamos 10 kilómetros en un suspiro, ¿seguro que no se han equivocado? Repetimos la operación, eskakeo-kompartir-papeo.

Ahora empieza la chicha de la ruta, aquí los más fuertes están en cabeza y el grupo se ha deshilachado enormemente. Entramos en el Valle Verde, cruzando un arroyo que comparte curso con la pista forestal, increíble pero cierto, el agua discurre limpia y cristalina.

07032010095

Aquí es donde, intercambiamos por “enésima” vez unas palabras Jaime y yo, y decidimos empezar un trote “cochinero” para darle algo de gustillo al cuerpo. Así que, manos a la obra, vamos pegando saltos de un lado a otro del margen del arroyo, siendo una parte divertida, y comprobando que vamos comiendo terreno sin darnos cuenta. Pasamos una casa rural a la que grabamos en la mente para posibles pernoctas en un futuro, en un lugar privilegiado, rodeado de acebuches, almendros, olivos, lentiscos y palmitos, en un valle tan remoto que parece apartado del mundo.

07032010097 Seguimos avanzando en puestos, ya estamos en la cabeza, calculamos que entre los 30 primeros, pero esta vez sin “alter egos”, sin gente con piques ni nada por el estilo, como debe ser, unas veces uno por delante, otras por detrás. Comienza la bajada, en un cortijo con un corral donde las cabras nos animan como histéricas fans de Leif Garret, a la par que nos cruzamos con un pelotón de ciclistas que suben hacia nosotros.

Ahora hay que tener cuidado, y la carrera la hacemos poniendo todos los sentidos en ella, para evitar cualquier torcedura o un traspiés inoportuno. No se trata de estropear el gran momento que estamos saboreando. Parecemos saetas cortando el viento, y en un suspiro estamos atacando el camino de las Presillas Bajas.

 

Llegamos al tercer punto de avituallamiento, donde intercambio unas simpáticas palabras con un voluntario sobre la gestión de residuos del Parque Natural, a lo que yo le respondo que conozco perfectamente el PORN del Cabo de Gata Níjar (Plan de Ordenación de los Recursos Naturales) y que precisamente, por mí es por la única persona tal vez que no se tendría que preocupar sobre ese tema. Recogí mi ración (y la de Jaime) pertinente de plátano y seguí corriendo.

Ahora estábamos más a gusto corriendo que andando, y eso nos recompensa con nuevos ascensos en las posiciones de cabecera. Especulamos que estaremos sobre los 20 primeros. Nos ha llovido desde hace un rato, pero es una lluvia llevadera e incluso agradable, pero rezamos para que de ahí no pase. En el túnel que atraviesa la carretera comprobamos que no está el fotógrafo que inmortalizaba ese punto, tan solo una persona que nos inquiere para saber cuántos kilómetros llevamos, unos 17, aproximadamente.

Torcemos para el Camping los Escullos, cuarto avituallamiento, por el que Jaime pasa como una centella, dejando una estela que despeina a los voluntarios. Yo freno, creando una huella a modo cráter continuo, hasta clavarme frente a la mesa y coger una botella de agua, cuando de repente, mi ojos se giran levemente, se alargan como si fueran de goma y cambian de dirección respecto del cuerpo en sentido contrario y se quedan embobados, embelesados, absortos ante una bandeja de napolitanas de chocolate. Obviamente, hipnotizado por ese canto de sirenas, alargo mi brazo hacia la bandeja que reluce inexplicablemente bajo el nublado sol, con un aura propia, y me apropio de dos de ellas. De nuevo, el voluntario me comunica que es Parque Natural, que hay cuatro contenedores de basura, y yo le digo, aún con la mirada puesta en las maravillosas napolitanas de Los Martinez, que “si, sí, ya si eso, sí”, y consigo arrancar la carrera.

Jaime no se espera lo que le voy a ofrecer. Ahora comprendo qué sintieron los israelitas en el desierto cuando les llovió el maná. Las saboreamos, las paladeamos, cerramos los  ojos y una lágrima perfectamente coreografiada nos salió simultáneamente de nuestros respectivos ojos derechos. ¡Leches! hay que seguir. Aquí ya fuimos alternando trote con andarreo, hay que dosificarse que aún quedan nueve kilómetros y tanto hacia delante como hacia atrás no parece haber un alma.

 

07032010098

07032010100

Entre chalets y cortijillos llegamos al último puesto de avituallamiento. Jaime le echa cara y le dice que le den lo suyo al de atrás, que lo necesita más. Yo recojo de nuevo plátanos y agua, necesitamos potasio. Hemos vuelto a adelantar a más gente, esto promete. Sé que no habrá ensaladera de Níjar como premio, puesto que hay gente por delante seguro, qué más da, lo estamos pasando en grande. Cruzamos la carretera del Pozo del Fraile, custodiados por policías locales que nos cortan el tráfico, un lujo.

Últimos cinco kilómetros, aquí los isquios de Jaime avisan, Chacho no te pases, así que aflojamos la marcha, es tontería machacarse, así que vamos a llegar con tranquilidad. El agua está omnipresente.

07032010101

Aunque parezca mentira, el último tramo presenta alguna complicación técnica, al tener que vadear el arroyo, incluso mojándonos involuntariamente. Trescientos metros nos quedan para la meta, se oye el megáfono donde el interlocutor va hablando sin que nosotros lo entendamos. Nos ponemos no ya al trote, sino al galope, un victorioso galope como si del día de las Fuerzas Armadas se tratare, y nosotros la caballería, sacando pecho, hablando y riendo, y con el público entregado, lanzando pétalos de flores, vitoreando, algunas chavalas lanzando sujetadores y pidiendo hijos o no sé qué. Entramos en meta y en nuestras mentes se corea We are the Champions, sin ganar nada, nos sentimos campeones, pero campeones de nuestra propia satisfacción.

Detrás de nosotros, casi pisándonos los talones vienen los primeros corredores, uno de ellos Curro, que nuevamente vuelve a subirse al podio.

Pero claro, aquí viene la parte mosqueante, entro por la zona de senderistas, a la par que los corredores la hacen por  la suya. Compruebo que a ellos los paran, les toman nota, y le dan el ticket con su tiempo y posición. Me acerco a la mesa y les digo que si nosotros no tenemos ticket. Me responden que no, que es sólo para corredores, que si quiero saber cómo he llegado, que mire en la pantalla del ordenador. Tres horas y cuarenta minutos hemos tardado.

Nos encontramos a Sandra, que acaba de llegar y nos ponemos en un sitio estratégico a esperar al resto que suponemos no tienen que tardar. La gente sigue llegando, tanto corredores como senderistas. No pasa mucho tiempo hasta que distinguimos la camiseta fosforita de Mariquilla, que junto con Paco y dos amigos más, consigue segundo puesto en categoría femenina, y es que la chiquilla tenía serias dudas de si la podría correr. Hay que ver.

07032010103

Ahora faltan sólo Marc, Tote y David, y luego buscar un sitio donde papear, que el estómago está ya haciendo el molino americano en mi interior. Mientras tanto, mis oídos perciben que por megafonía indican que los senderistas que hayan llegado por debajo de las tres horas y cincuenta y cinco minutos tendrán un obsequio. Jaime y yo nos miramos, damos una voltereta hacia atrás, hacemos el “Maikel Jason”, chocamos nuestras manos con nuestro saludo secreto y ponemos pose de Power Ranger. Pero claro, no dan muchos más detalles. Me acerco, pues, a uno de la organización que tiene que ser importante porque tiene muchas pegatinas en el forro polar y lleva carpeta. Le pregunto de qué se trata y me dice que no, que el premio es para los que lleguen justo en tres horas y cincuenta y cinco minutos, el tiempo estimado normal para el senderista. En ese momento, 3:55:00 entran tres senderistas trotando, y me dice, “¿ves? estos son los que se llevan el premio”. A mí se me desencaja la mandíbula, mi mirada se pierde en el infinito, el dorsal se me cae al suelo, y mis piernas se me doblan. Como colofón, me dice que por error informático, los senderistas no pueden saber su tiempo ni posición, y es que para los senderistas, le veo un futuro negro e incierto para el año que viene.

Llegan por fin los corredores que faltaban. Tote, Marc y David.

IMG_0775

IMG_0777

Ahora toca estirar, reponerse, esperar si nos toca algún regalo de los que estaban sorteando con mucha prisa e irnos a comer. Con un dorsal que no era el mío me tocó un neceser cortesía de Tamis, del que casi no necesito subir a recogerlo al escenario porque casi me lo avolean y tengo que hacer una palomita para agenciármelo.

Mariquilla sube al podio, tras un pequeño problemilla de localización.

IMG_0784

Por fin, encontramos un lugar donde satisfacer el estómago y reponer fuerzas, cosa algo difícil porque esa era una segunda competición después de la carrera con más de mil almas hambrientas pululando por el lugar. Olga y Antonio se nos unieron a la comida que devoramos casi en cuestión de segundos.

Una vez más, el Cabo de Gata nos ha ofrecido una prueba preciosa, de la que estamos seguros que si se puede, el año que viene repetiremos.

This entry was posted on lunes, marzo 08, 2010 and is filed under , . You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed. You can leave a response, or trackback from your own site.

3 comentarios:

On 8 de marzo de 2010, 22:15 , Fox Mulder dijo...

Joer... estoy empezando a pensar que el mundo está hecho para subnormales... a mí que expliquen lo de las 3 horas y 55 minutos, no sé, a lo mejor el imbécil soy yo y hay algo que me escapa.
Ya me veo la prueba del año que viene: 40 senderistas, tras 3 horas y 54 minutos de carrera, escondidos detrás de un coche junto a la meta... en fin... que-no, que-no, que-no... que donde no hay no se puede rascar.

 
On 8 de marzo de 2010, 23:31 , Anónimo dijo...

La prueba senderista era no competitiva y por tanto no había trofeos a los primeros en llegar a meta. La organización había establecido un tiempo, digamos que "secreto", de modo que a los senderistas que más se aproximaran a el les correspondería el obsequio.
Viene explicado en la página web de la prueba.

 
On 9 de marzo de 2010, 22:37 , Anónimo dijo...

HOLA CHICOS,QUE CARRERA MAS BONITA QUE HICISTEIS,ME ALEGRO MUCHO POR TODOS LOS QUE PARTICIPASTEIS,ENHORABUENA

JORGE PARA TODOS