Author: Fox Mulder
•viernes, abril 02, 2010
La escapada de ayer se convirtió en un remake del clásico Pájaros de Alfred Hitchcock, eso sí, con algunas variaciones. Para empezar, el título. Nuestro remake debería llamarse Mosquitos.

Yo ejercí de director, y esto no lo digo por los delirios de grandeza que me sobrevienen de vez en cuando, sino porque a pesar de que fue Luigui quien organizó la jarana, el hecho de conocer el "camino" (sé de algun@s que ahora se estarán cagando en mis muelas) me convirtió en conductor, y por ende, ejecutor del Via Crucis por el que pasaron los participantes en la expedición. Por supuesto, Luigui no se puede librar del papel de Productor Ejecutivo.

Nuestro Mitch Brenner (Rod Taylor) particular no puede ser otro que Marc, que con graves picaduras por todo el cuerpo, y ronchones del tamaño de una magdalena, consideró seriamente dejar el rodaje a medias. Menos mal que sólo fue un pensamiento fugaz, y estuvo con nosotros durante toda la filmación.

El papel estelar de la película, que no es otro que el de Melanie Daniels (Tippi Hedren, más conocida ahora como la suegra del Banderas) fue interpretado al alimón por las hermanas Moreno... algo así como las Azúcar Moreno, pero con repelente anti-insectos en lugar de azúcar.

Los mosquitos eran tela de pesados, decir que había muchos es quedarse corto. Nos siguieron durante todo el trayecto y hacían fila para repartirse equitativamente el botín. Estaban bien organizados, y sabían muy bien lo que se hacían. Muy profesionales y eficientes, más quisieran los del banco de sangre obtener tantas dosis y en tan corto espacio de tiempo.

Eran de un tamaño considerable. Dado que tenían un aspecto más grande y feroz que el de los mosquitos tigre, yo los bauticé con el nombre de mosquitos tigre de Bengala, que les da ese puntito de calidad que los hace únicos. Sin exagerar, su tamaño era tal que podían verse a simple vista las facciones de sus caras, denotando ansia en la mayoría de los casos, o saciedad en otros tantos. Y la prueba de que estaban harticos la tuvimos cuando Marc consiguió reventar uno que estaba especialmente cansino, ahí dale que te dale en la vena con ansia desmedida: la mancha de sangre que quedó en lugar del mosquito era digna de una película gore de serie B, más que de una obra maestra de Hitchcock.

Bueno, intentando dejar ya un poco de lado el tema de los mosquitos, la ruta fue bastante más dura de lo que yo la recordaba. De hecho, ahora me da un poco de remordimiento de conciencia cuando leo mis comentarios al evento en Facebook: "Muy recomendable para iniciarse en esto del senderismo...", ejem... creo que la próxima vez me quedaré calladito... que en boca cerrada no entran mosquitos... dije que lo intentaría...

El desnivel superado, que no alcanzaba los 300 metros, no fue lo más determinante. Lo que hizo duro el avance fue la espesa vegetación, la pendiente muy pronunciada, y el terreno tan pedregoso. Esto es así porque se sube a "trochimonte", vamos... que camino, lo que es camino, no hay, y se sube por donde se puede, o por donde los mosquitos te dejan. Porque en más de una ocasión nos dispusieron emboscadas en terrenos húmedos y sin escapatoria posible, convirtiendo nuestras arterias y venas en un eficaz sistema de riego por goteo.

Jaime, como siempre, a la cabeza del pelotón (salvo cuando tuvo que retrasarse a recuperar sus gafas de sol, que se las mangó un mosquito en un descuido) llegó unas tres horas y media antes que el resto al montículo que hizo las veces de objetivo de la ruta, el más meridional de los tres picos que dibujan el archiconocido perfil de nuestro Cabo de Gata visto desde la ciudad. Luego, poco a poco, fuimos llegando el resto, y dejamos la cumbre del Cerro de la Testa para otra ocasión.
Llegó el momento de la bajada, y lo hicimos por el sitio más corto: una pedriza que nos deja caer directamente sobre la barriada de La Fabriquilla. Y digo caer porque la pendiente era bastante pronunciada, un recorrido quizás demasiado peligroso para gente que no tiene práctica y/o confianza en esto de andar por la montaña. La verdad es que si, por lo visto ayer, tuvieramos que etiquetar el proceso de aprendizaje e iniciación en el descenso de montañas, la expresión "curtirse a base de hostias" se ajustaría a la perfección.

Una vez abajo, y dejando tras nosotros un reguero de sangre, nos acercamos a Casa Angelita a tomarnos unas cervezas fresquitas. Una recompensa más que merecida para recuperar líquidos perdidos.
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1 comentarios:

On 3 de abril de 2010, 10:45 , Motorizer dijo...

Me acordaré durante mucho tiempo de esta ruta, sobre todo de su fauna, y en la próxima, me inyectaré cicuta o curare en vena, así por lo menos los mosquitos tendrán el final que se merecen. Tengo ronchas hasta en las ronchas. Por lo demás, las vistas espectaculares desde ahí arriba.