Author: Motorizer
•jueves, febrero 12, 2009

¿Qué pueden hacer dos personas, una estudiante y otra en paro, un jueves de madrugada? O estudiar para un examen a primera hora, o prepararse para una entrevista de trabajo... o todo lo contrario.

El día de hoy promete, después de tantos y tantos días de temporal, y como hay hambre de nieve, de hincarle hierros, piolets y demás historias, allá que nos embarcamos un servidor y Jaime, con todos los apechusques, camino de la Hoya de la Mora. Todo son cánticos henchidos de orgullo, felices y dicharacheros, evocando gloriosas y futuras epopeyas, puesto que los Peñones de San Francisco nos esperan, con su inmaculado manto níveo deseoso de ser mancillado por nuestros oxidados apéndices alpinísticos. Las trompetas resuenan por los valles, aquí llegan los héroes de perfil griego, descendientes de Hércules.... puuuuuuuuuuuuuf, nos desinflamos al comprobar que un amable pero estricto guardián del acceso a la carretera al Veleta nos impide el paso. La carretera está cortada, a menos que seas residente o pases por caja del parking de Pradollano.

Con este panorama había que urdir un plan B, pues después del madrugón, cambio de coches y viaje, esto no podía quedar sin fruto. Necesito pensar, se barajan las posibilidades de tirar al Trevenque; no, demasiado lejos ahora, Postero, mejor que no, haberlo pensado antes. Tate, por la antigua carretera de la Sierra, desde el Dornajo nos podemos pegar unas patadas en el culo e intentar subir a la Mora desde allí.

Aparcamos el coche a la entrada de un restaurante en la citada carretera, con un rottweiler que nos quitaba el ojo de encima. Bajamos del coche y comenzamos a patear la carretera. A partir de ahí, un silencio entre cedros y pinos, censando un total de 5 avistamientos de ardillas. El sol, espléndido, y la carretera limpia salvo los tramos donde el hielo ha hecho estragos y nos hizo dudar si ponernos ya los crampones.

Cansados ya de asfalto, decidimos que no íbamos a subir a los Albergues, que aún quedaba mucho trecho, y que lo que queríamos hacer era practicar, así que, en una curva, viendo que había huellas de raquetas, nos tiramos casi de cabeza a la nieve, siguiendo su estela, viendo en la lejanía un posible objetivo. Jaime con paso de orco y yo de elfo llegamos a un repecho donde la pendiente invitaba a ponerse manos a la obra.

Seguimos el ritual normal de casco, piolet, esta vez los crampones no... y sin crema solar, vaya faena.

Estuvimos practicando un poco, salvo la caida de espaldas boca abajo (tenemos que depurar el estil), las demás salieron sin problemas. Decidimos subir un poco más y buscar unas palas más pronunciadas a la vez que pudiéramos admirar la cantidad de nieve que se divisaba en al Alcazaba, Puntal de Vacares, etc.


En las ruinas de un cortijo meneamos el bigote con las viandas que habíamos llevado, y allí fue donde se dio a luz a Walter, nuestro efímero amigo.


Tras las fotos de rigor, y hacer el chorra, nos pusimos en marcha que había que volver. Para ello tuvimos que atravesar unas palas un poco más pronunciadas que nos llamaban como las sirenas a Ulises, y probamos el culingbajing, usando el piolet de freno-remo. Jaime seguía con sus problemas de hundirse hasta las rodillas, superando su meta personal, cuando la ingle despareció en un intento desesperado por avanzar.

En poco tiempo llegamos de nuevo a la carretera, en la que varios sustos en el hielo, me volvieron a hacer pensar en ponerme los hierros en los pies. El coche esperaba, y con él, el rottweiler que sus dueños graciosamente habían soltado y sacado del porche. Con movimientos lentos y evitando el contacto visual, dejamos que nos oliera, que nos observara, que nos hiciera suyos si quisiera, y al menor descuido, nos metimos en el coche.

En definitiva, un gran día y que pudimos aprovechar en condiciones.

Queremos más.

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1 comentarios:

On 13 de febrero de 2009, 14:11 , Fox Mulder dijo...

Qué acojone lo del rottweiler... si hay que subirse el corredor del Veleta sólo tienes que ponerme un bicho de esos debajo, y no me pillan ni los GREIM...